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Entre una Hilux gris y un Falcon verde


Hace muy poco; el día que murió Néstor Kirchner vi mucha gente llorando; mucha gente…

Eran algo más de las nueve de la mañana de ese día, cuando recién me habían avisado por teléfono de la novedad, que me pegó muy fuerte; como esos cachetazos que no se sabe bien de dónde vienen.

Por supuesto que inmediatamente me puse a reflexionar sobre el futuro…

En esas circunstancias lo vi al de la Hilux gris. Venía tocando bocina desde la subida que le sigue al balneario La Florida hacia el norte. Yo cruzaba la avenida costanera con mi perro y nos paramos, porque el tipo venía como queriendo salirse por la ventanilla, agitando un brazo en alto y gritando. También alcancé a ver que dentro de la Hilux iba una mujer y unos chicos, tal vez su familia.

Me miraba buscando complicidad y gritaba muy fuerte y contento con cara de De Angeli: - ¡Se murió Kirchner… se murió Kirchner!

Me pasó a menos de dos metros.

Me dejó perplejo, porque no me había percatado aún de la otra cara de la moneda; no había tenido tiempo ni de pensar en la derecha reaccionaria que se alegraría de esta muerte y seguramente ya a esa hora estaría elucubrando alguna conspiración.

Por suerte los Falcon verdes ya no funcionan como antes, porque de funcionar como hace 40 años las Hilux grises les hubieran ido a golpear las puertas de las cocheras.