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Lengua y sonido en el cine argentino

Algunas limitaciones tecnológicas dificultaron durante muchos años la comprensión de la palabra hablada en el discurso cinematográfico, concretamente -para nosotros- en el cine argentino, generalizándose en la opinión de los espectadores la idea de que el cine argentino tiene mal sonido. ¿Quién no escuchó decir alguna vez que "el cine argentino es malo porque no se entiende lo que hablan"? En la redada cayeron también el cine español y el resto del hispanohablante.

Como todo cliché, la aludida sentencia tiene sus bases ciertas; en este caso, en las características técnicas que dominaron el sistema de registro, procesamiento y reproducción del sonido en su época analógica. La calidad del sonido siempre responde al nivel del eslabón más débil de la cadena tecnológica; y por algún motivo, salvo honrosas excepciones, las películas hispano habladas llegaban a los espectadores con dificultades.

Desde hace unos años, con la generalización de la tecnología digital y la disminución de la brecha tecnológica, aquellas dificultades han desaparecido totalmente y ya se estableció un nuevo estándar en el cual no es aceptable que las palabras no se entiendan. Al tiempo que las productoras mejoraron la calidad de registro y procesamiento, las salas de cine se han actualizado al igual que la tecnología de los televisores y reproductores hogareños, de manera que hoy el espectador ya se siente incómodo cuando no entiende lo que los actores dicen. Es la norma.

Lo curioso del fenómeno es que este viejo cliché se mantiene en la conformación de la identidad del cine argentino, aun después de haber sido superado el problema técnico. Hoy seguimos escuchando -aún de gente muy joven, que nunca escuchó el cine con la vieja tecnología, salvo en televisión- que "el cine argentino no se escucha bien. No se entiende."

Se me ocurren algunas preguntas sobre este fenómeno: ¿Sucederá lo mismo, en otras latitudes, con el cine hablado en el idioma propio? ¿Los nuevos espectadores de nuestro cine tendrán el mismo concepto? ¿Tendrá alguna relación este fenómeno con lo que consideramos buenos actores y malos actores? ¿En qué nos basamos cuando decimos que los actores anglohablantes son buenos o malos, si la mayoría de nosotros no entenderíamos lo que dicen de no ser por los subtítulos o el doblaje? ¿El doblaje es bueno o malo? ¿Qué es lo que realmente se pierde con el doblaje? ¿Da lo mismo que el doblaje sea en español argentino que en otro español centroamericano o sudamericano? ¿Nos sirve para algo defender el español argentino? ¿Tendrá algo que ver en esto la dependencia cultural?

Las culturas

"No quiero mi casa amurallada por todos lados ni mis ventanas selladas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi casa tan libremente como sea posible. Pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas. Me niego a vivir en casa ajena como un intruso, un mendigo o un esclavo".

Secuencia tiene 1 año. Apología del blog, la bitácora del siglo XXI

Secuencia cumple un año. Comenzó en agosto del año pasado, a instancias de dos necesidades: la necesidad de ordenar un poco los materiales de trabajo docente y la necesidad de obtener un espacio de expresión propio.
Por un lado, la recopilación y actualización de apuntes y otros documentos y textos en las fotocopiadoras (doy clases en más de un lugar) ya no me resultaba práctica hace un año, a lo que hoy se suma la frenética variación y renovación de la información, que hace que permanentemente incorpore novedades a la bibliografía y necesite poner a disposición de alumnos, colegas y eventuales lectores artículos frescos del día o de la semana. En este sentido el blog aportó una solución revolucionaria que me permite organizar y disponer en un solo sitio apuntes y notas, como también incorporar y resignificar fragmentos del pasado que por sí solos parecerían bibliografía obsoleta.
En segunda instancia se empezó a hacer realidad el sueño inimaginable hace unos años del medio propio. El clic se me produjo el año pasado, cuando estaba escribiendo un artículo sobre la producción audiovisual regional y comencé a preguntarme cómo difundirlo. Las opciones eran: suplicar para que lo publique un diario, una revista, un medio especializado, o bien hacer un apunte o mandárselo por correo-e a cuanta persona pudiera interesarle (y dispusiera yo de la respectiva dirección). Todas opciones insuficientes por sí mismas... En este caso la solución también vino de la mano del blog. La decisión fue muy sencilla: a publicar todo en el aire y facilitar el acceso a quienes tienen interés o necesidad de los contenidos producidos o post-producidos.
Pasó un año. Ahora Secuencia ha adquirido una identidad, tiene secciones nuevas, lectores obligados, invitados y visitas espontáneas de los sitios más insólitos, a los cuales ninguna forma de publicación convencional hubiera llegado. Se nutre de la producción propia y de la mirada con la que uno filtra y pone en valor pequeños fragmentos de esa inagotable fuente que es internet.
En los últimos años recorrí muchos kilómetros, conocí mucha gente, leí textos e intercambié con especialistas que me pusieron en sintonía con la nueva tecnología de comunicación accesible a un inmigrante digital como yo. Lo de Alejandro Piscitelli y otros autores me abrió la cabeza, tanto como los viajes. Más cercano a la tierra, Marcelo De la Torre me arreó, literalmente, con infinita paciencia, a las filas de la publicación virtual.
Finalmente, y como siempre hay alguien que sabe expresar las cosas con más precisión que uno, me identifico con una frase del nuevo libro de Henry Jenkins que estoy leyendo en este momento:
"Bienvenidos a la cultura de la convergencia, donde los viejos medios chocan con los nuevos, donde los medios populares y los corporativos se entrecruzan, donde el poder del productor mediático y el poder del consumidor mediático interaccionan de maneras impredecibles. La cultura de la convergencia es el futuro, pero está cobrando forma en nuestros días. Los consumidores serán más poderosos en el seno de la cultura de la convergencia, más sólo si reconocen y emplean ese poder como consumidores y ciudadanos, como participantes cabales en nuestra cultura"